Por: Trinidad Fernández Valdés
Hay algunas dinámicas que se ocupan en los programas de integración, que aparentemente son muy sencillas, pero se recurre a ellas porque son de mucha trascendencia. Un ejemplo de estas es la dinámica «el espejo»…. en qué consiste?
El monitor pide que se reúnan 2 personas que trabajan juntas, pero que en la vida diaria sean los que menos se relacionen, dato importante, ya que no es la idea que sean los que más se conocen, tienen un tiempo pre determinado por el monitor y se les pide que compartan un rato y se traspasen el máximo de información, si tienen hijos, donde viven, cuáles son sus hobbies, intereses, etc, etc, ¿cuál es la idea?, que después pasen adelante (por parejas) y presenten a su compañero.
Generalmente descubren que a pesar de que trabajan en la misma oficina, a veces incluso por muchos años, habían muchas cosas que no sabían uno del otro, que tenían hijos grandes, o que eran oriundos del norte o del sur, que les gustaba ir de camping, hobbies en común etc, ya que en el ámbito de trabajo y del ir y venir del día día, no hay tiempo para informarse.
Cuando se realiza esta actividad, se puede notar en el ambiente las miradas diferentes y los nuevos lazos que se han creado, de alguna forma, deja en evidencia lo fácil que es cambiar la percepción con respecto a las personas que nos rodean.
Esta sencilla dinámica crea un lazo afectivo entre compañeros que tal vez solo se saludaban a la pasada, y ese lazo queda, desde ahí se producen cambios en la forma de relacionarse, se considera a la persona desde una perspectiva más humana, lo que fortalece la confianza y el nivel de compromiso, que influye directamente en la felicidad y en la motivación para realizar un mejor trabajo.