Por: María José Fernández
Es que las exigencias del medio en que vivimos no son menores, estamos bajo un mercado altamente competitivo y a la vez tenemos que desempeñar multiplicidad de funciones, condición que tarde o temprano nos llevará a sentirnos agobiados, estresados, o con alguna patología derivada del propio estrés, como dolores de cabeza, digestivos, desórdenes anímicos o tantas otras manifestaciones que finalmente se traducen en absentismo laboral. ¿Qué podemos hacer entonces?
El estrés, que tan mala fama tiene, es un mecanismo natural del organismo para reaccionar ante una amenaza. Gracias a este, nuestro cuerpo es capaz de responder rápidamente y sin “pensarlo dos veces” dar una solución al problema eminente. Hasta aquí el estrés no tiene nada de malo, si no que al contrario nos ayuda, el problema radica en que activamos este mecanismo de defensa constantemente sin dar espacio para volver a la calma, lo que se traduce en estar permanentemente en estado de alerta, y si bien, tener cierta carga de estrés nos hace más eficientes, cuando este se aloja definitivamente en nosotros, terminamos agotándonos y tornándonos menos efectivos.
Lo que podemos hacer entonces es “amigarnos” con el estrés, reconocer cuando este nos está ayudando a dar lo mejor de nosotros mismos, pero también saber identificar cuando se está tornando en algo nocivo. Y justo ahí está la clave: para manejar adecuadamente el estrés hay que reconocer cuando volver a la calma y tener las herramientas para afrontarlo de la mejor manera. Sin duda, saber manejar el estrés, es uno de los caminos más importantes para el autocuidado y mecanismo primordial para mantenernos sanos y felices.